Dispositivo que se adapta a la parte exterior del parabrisas, para apartar la lluvia, nieve, etc., que cae sobre el mismo, para facilitar la visibilidad. Por extensión, la denominación se aplica también impropiamente al mecanismo limpia-cristales que se destina con el mismo fin a la luneta trasera, ya que se trata del mismo sistema.
Los primeros modelos de limpiaparabrisas fueron adoptados hacia 1920; estaban constituidos por una espátula de caucho (generalmente doble, para frotar ambas caras del cristal), que era de accionamiento manual.
En los años treinta, esos dispositivos fueron substituidos por sistemas más perfeccionados, de accionamiento mecánico, electromecánico o neumático.
Los sistemas más difundidos en los automóviles son de tipo electromecánico, mientras que los mandos neumáticos (de aire comprimido o en depresión) se adoptan generalmente en los vehículos industriales, camiones, autobuses, trolebuses y similares, que ya disponen de depósitos de aire comprimido. El éxito del limpiaparabrisas accionado por un motor eléctrico se debe fundamentalmente a su funcionamiento regular y silencioso.
Así, el sistema de limpiaparabrisas está constituido normalmente por un motor eléctrico con interruptor de arranque, una serie de engranajes de reducción, un sistema de excéntricas o varillas y reenvíos, que transforman el movimiento rotatorio continuo de aquel motor en oscilante, y de las rasquetas del limpiaparabrisas, en las que se incluyen las espátulas de caucho llamadas escobillas.
Los motores eléctricos que se utilizan son de corriente continua, en general de excitación mixta, aunque no faltan ejemplos de otros sistemas de excitación. La potencia necesaria para su funcionamiento es muy limitada (30-60 W) y depende de la velocidad de las escobillas, así como de la amplitud de la superficie que limpian (el consumo se realiza a 3-5 A).
El sistema de reducción está constituido por una serie de engranajes de ejes paralelos, o bien por un solo engranaje de dientes helicoidales y un tornillo sin fin montado directamente sobre el eje del motor eléctrico. Puesto que el reductor constituye el principal mecanismo generador de ruidos en el sistema del limpiaparabrisas, una o varias de las ruedas se construyen con resinas acetálicas o productos de baquelita.
Uno de los primeros sistemas de transformación del movimiento rotativo en el alternativo de las escobillas estaba constituido por una cremallera que engranaba excéntricamente con la rueda de salida del reductor, con lo cual se conseguía un movimiento hacia delante y hacia atrás de un engranaje unido rígidamente al brazo de la escobilla.
Han alcanzado mayor difusión los sistemas construidos con una manivela que transmite el movimiento mediante una biela a un balancín, unido a un brazo oscilante, en el cual se monta la escobilla. Puesto que casi siempre se montan 2 escobillas limpiaparabrisas, la segunda recibe el movimiento de la primera, por medio de una tirante, que une el primer balancín a otro conectado con aquélla. Este sistema de accionamiento origina un movimiento paralelo de las 2 escobillas y es el más difundido; con un mecanismo distinto de biela-manivela, puede obtenerse un desplazamiento simétrico.
Un sistema poco voluminoso, que permite situar el motor del limpiaparabrisas en cualquier lugar del automóvil, está constituido por una transmisión flexible, que es desplazada hacia delante y hacia atrás mediante un mecanismo de biela-manivela unido al reductor. La transmisión flexible se compone de un cable metálico, en el cual se enrolla en hélice un hilo de acero, de modo que constituye una especie de cremallera, que puede accionar los engranajes unidos a los brazos de las escobillas. En otro sistema de transmisión flexible (Marelli), ésta tiene un movimiento rotatorio que se transfiere a 2 grupos reductores en correspondencia con los brazos del limpiaparabrisas.
Entre los perfeccionamientos conseguidos en los años sesenta, cabe citar: la detención automática en el punto inicial, la doble velocidad, el funcionamiento intermitente o regulable, los nuevos perfiles de las escobillas, la forma del brazo (estudiada para evitar su elevación a velocidades notables) y las articulaciones de la rasqueta (diseñadas para seguir la curvatura del cristal).
Otros avances se han obtenido con los sistemas *lavaparabrisas, de mando manual o de pedal, con bomba eléctrica o sin ella, a menudo construidos de modo que el chorro vaya acompañado por algunos vaivenes del limpiaparabrisas.
Entre las últimas novedades hay que mencionar la elaboración de un conducto en las escobillas, provisto de agujeros a los cuales llega el agua de lavado, así como la presencia de sistemas que accionan automáticamente el limpiaparabrisas al aparecer las primeras gotas de lluvia.
En algunos países, el limpiaparabrisas está sometido a normas de seguridad muy precisas. En particular, en EE.UU., desde 1969 está en vigor la norma M.V.S.S. 104, que determina el área del parabrisas que debe limpiarse, en relación con un punto de posición de un maniquí específico; además, se prescribe la frecuencia mínima de funcionamiento (45 ciclos/mn), con independencia del régimen de revoluciones del motor, si el sistema es de una velocidad. Si es de dos velocidades, la diferencia entre las mismas ha de resultar, por lo menos, de 15 ciclos/mn, y la velocidad menor ha de efectuar, como mínimo, SO ciclos/mn.