Se denomina así el aceite mineral obtenido por medio de una nueva refinación de los lubricantes ya empleados. Un lubricante usado contiene gran cantidad de impurezas, como: productos de alteración (oxidante y térmica) del aceite, residuos de la combustión (agua, hidrocarburos parcialmente quemados, compuestos del plomo, etc.), aditivos (detergentes, dispersantes, antidesgaste) completa o parcialmente alterados, polvos, etc. Mediante tratamientos adecuados, estas impurezas pueden ser eliminadas totalmente.
Los procesos de refinación, que generalmente comprenden las fases de decantación, eliminación de los productos ligeros y del agua, tratamiento con ácido sulfúrico o extracción con disolventes selectivos, destilación, tratamiento con tierras decolorantes y filtrado, dan como resultado unos productos que, con aditivos adecuados, no se diferencian de los aceites minerales nuevos.
El único inconveniente para su empleo es que, al ser obtenidos a partir de mezclas de lubricantes que tienen orígenes diversos y han sido empleados en lugares muy diferentes, en muchas ocasiones no ofrecen una constancia de las características fisicoquímicas. Desde el punto de vista económico, se trata de productos competitivos, por su coste inferior respecto a los aceites nuevos.