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GRASAS - Definición - Significado

Substancias semisólidas que pueden garantizar, por simple contacto, una buena lubricación durante un tiempo prolongado. En los vehículos, y en cualquier tipo de máquinas, existen piezas en movimiento que necesitan ser lubricadas con algo diferente de un lubricante líquido, debido a que en general las piezas no están situadas en cavidades cerradas o que puedan retener suficientemente un lubricante fluido. En estos casos se suele recurrir a la lubricación con grasa, es decir, al empleo de un lubricante constituido en una mayor parte por un fluido (generalmente aceite mineral) espesado, es decir, pastoso, con componentes especiales, entre los que se encuentran los jabones.

Tanto una simple articulación como un cojinete o cualquier otro órgano que esté constituido por piezas en movimiento relativo pueden ser envueltos en un lubricante de tipo graso que, al autosujetarse, se mantiene por sí mismo en el lugar que ha sido colocado y deja penetrar poco a poco pequeñas cantidades de lubricante en los puntos de contacto en movimiento relativo. En los casos en que no existe ninguna protección para resguardar la zona que debe lubricarse, la grasa impide, al menos en parte, que lleguen a la zona lubricada los contaminantes ambientales.

Sin embargo, muchas veces, incluso en los casos en que está prevista la lubricación con grasas, se realiza una especie de cámara o cavidad cerrada en la que se mantiene una reserva de lubricante. De este modo, los intervalos de lubricación son mucho más largos.

La lubricación con grasa se inició en tiempos muy remotos. Los antiguos egipcios ya empleaban aceite y grasas animales y vegetales para facilitar el deslizamiento de los bloques de piedra. Parece cierto que conocían el proceso de tratamiento con cal de las grasas naturales para mejorar algunas de sus características.

Como ha ocurrido generalmente en todas las actividades del hombre, también en este campo han existido continuos progresos graduales de los que se tienen numerosas referencias bibliográficas. A las grasas minerales se refieren también algunas de las más antiguas patentes (British Patent 1040 del año 1773). Un progreso real y decisivo en la técnica de la preparación de las grasas lubricantes se produjo en la segunda mitad del siglo xix, aunque se trataba aún de procesos de tipo artesanal. Desde los años treinta, las necesidades de la industria condujeron al estudio y la producción de las grasas completamente nuevas, tanto en lo referente a las substancias empleadas como a sus características.

Las grasas lubricantes y los aceites naturales, denominados también glicéridos o lípidos, constituyen una familia de substancias químicas que poseen muchas características comunes y que forman parte del proceso metabólico de las plantas y de los animales. Químicamente, pueden ser definidos como esteres de la glicerina, es decir, productos constituidos por una molécula de glicerina esterificada con tres moléculas de ácidos grasos. En relación con la naturaleza química y las características físicas, las funciones que desarrollan las substancias grasas naturales en los organismos vivos pueden ser múltiples. Especialmente, la temperatura de fusión de las grasas animales y vegetales está estrechamente unida a los factores climáticos y ambientales. A este respecto, se ha demostrado, por ejemplo, que las grasas de una misma especie de animales, capaces de vivir tanto en zonas muy calientes como muy frías, difieren claramente en la composición y en el punto de fusión. Estas diferencias son determinadas al prevalecer, en la molécula del glicérido, los ácidos grasos líquidos, como el ácido oleico. En realidad, el triglicérido del ácido oleico es líquido a temperatura ambiente y constituye el componente esencial del aceite de oliva y de muchos aceites vegetales. En cambio, el triglicérido del ácido esteárico es sólido y es el constituyente principal de las grasas sólidas animales y vegetales.

Tratando las grasas naturales con substancias alcalinas (por ejemplo, sosa, potasa, cal viva o apagada) se produce la separación de la glicerina de los ácidos grasos y se forman las sales del metal empleado con los ácidos grasos. Estas sales se denominan jabones. Éstos son substancias que, respecto a las grasas originales, tienen un punto de fusión más alto y características de aplicación muy interesantes. La substancia encontrada en el eje de las ruedas de un carro egipcio estaba constituida precisamente por jabón de calcio, que es uno de los componentes de una familia de grasas lubricantes.

La condensación de los fluidos lubricantes, tanto si se trata de aceites minerales como de fluidos sintéticos, implica siempre el empleo de condensantes especiales, entre los cuales los más clásicos y más difundidos desde los tiempos más remotos son precisamente los jabones.

Empleando jabones de metales distintos se obtienen grasas con estructura y características diferentes. Por ejemplo, las grasas a base de jabones de calcio son generalmente muy hidrófugas y pueden ser empleadas donde la lubricación se efectúa en ambientes húmedos o incluso en presencia de agua. Las grasas a base de jabones de aluminio se caracterizan por una elevada adherencia y filamentosidad, por lo que han demostrado ser muy adecuadas para la lubricación de las rótulas y articulaciones o de piezas sujetas a movimientos más bien limitados.

Además de los jabones de los metales alcalinos y alcalinotérreos, es decir, de los clásicos espesantes, está bastante difundido el empleo de grasas a base de bentonita organófila que resultan prácticamente infusibles, es decir, se mantienen consistentes a temperaturas en que las demás se licúan. Existen otras numerosas substancias que han sido estudiadas precisamente para obtener grasas destinadas a aplicaciones especiales.

La consistencia es la característica más importante de las grasas y se determina con un cono de dimensiones y peso estándares, que se deja caer en un recipiente lleno de grasa. La consistencia se mide en décimas de milímetro y es la profundidad a que se para el cono al penetrar en la grasa. Otros parámetros importantes son: la resistencia al trabajo mecánico, la resistencia a la cortadura, el punto de goteo, las características antioxidantes, la estabilidad, etc.

Hasta los años sesenta las operaciones de lubricación con grasa debían efectuarse sistemáticamente a intervalos relativamente breves y afectaban principalmente al autobastidor, las articulaciones del eje delantero, etc.

Con la rápida evolución que se produjo en toda la mecánica del vehículo, y la consideración de que, bajo varios aspectos, las operaciones de lubricación con grasa constituían sin duda una complicación y, por consiguiente, muy a menudo eran olvidadas completamente u omitidas por el usuario, constituyó un notable esfuerzo para introducir piezas construidas con materiales autolubricantes (for Ufe) o, de todos modos, para reducir la frecuencia de las operaciones de lubricación con grasa.

Las grasas empleadas para los cojinetes de las ruedas deben poseer características especiales: estructura bien definida, que no se ahilen, de consistencia media y resistentes al trabajo mecánico. Por lo que respecta al punto de goteo, hay que tener en cuenta que en condiciones especiales de funcionamiento y, sobre todo, en las ruedas de los vehículos dotados de frenos de disco, los cojinetes pueden alcanzar temperaturas incluso superiores a 40 °C.

Por este motivo se eligen generalmente grasas con temperaturas de goteo elevadas o incluso a base de bentonita organófila y, Por tanto, infusibles. Aun cuando las prescripciones de los fabricantes aconsejan una revisión periódica (cada S5.000-30.000 km, aproximadamente) del lubricante de los cojinetes y su renovación, y, aun cuando estas Prescripciones sean más que necesarias, la experiencia enseña que los cojinetes bien montados y lubricados con una buena grasa son capaces de funcionar, sin inconvenientes, incluso durante toda la vida del vehículo; 6n consecuencia, puede ser suficiente algún control periódico del juego de los cojinetes, efectuado sin desmontarlos y sin tocar la grasa.

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