Los procesos de combustión que tienen lugar en los motores, conducen a la formación de residuos, pre-ponderantemente de carbón, que se depositan en la cámara de combustión de los cilindros. La formación de dichos depósitos es mucho mayor en los m< ores que marchan a régimen constante (fuerabordo, motobombas, etc.) que en los de los coches, cuyas condiciones muy variadas de marcha hacen que al cambiar frecuentemente la temperatura de la cámara de explosión se desprendan fácilmente las costras de carbonilla.
Los depósitos de carbonilla que se forman en la cámara de explosión y en la cabeza del pistón provienen del proceso de combustión de la gasolina y, en mínima parte, del aceite de lubricación. También son debidas a la misma causa las incrustaciones que aparecen sobre las bujías, que derivan a masa su electrodo central e impiden la aparición de la chispa y, por consiguiente, la puesta en marcha del motor. Son característicos los denominados «puentes» y «perlas», que ponen en corto circuito los electrodos de las bujías.
La cantidad de los depósitos de carbonilla depende de la temperatura de combustión, ya que si ésta es alta se queman mejor los hidrocarburos de la gasolina y no quedan apenas residuos de carbón y sus derivados que puedan depositarse en las paredes de la cámara.
Los depósitos de carbonilla son malos conductores del calor y pueden actuar como punto de ignición, es decir, pueden permanecer al rojo durante la fase de compresión y provocar el encendido irregular de la mezcla, con el inconveniente de la posible rotura del pistón.
Estudios recientes han demostrado que los depósitos de carbonilla conducen a la formación de productos tóxicos y por ende a una mayor contaminación del ambiente. En efecto, en la proximidad del tenue estrato de depósito (denominado «estrato de extinción») tiene lugar la «congelación» de la llama de combustión, fenómeno del que resulta la presencia de hidrocarburos no quemados y otros compuestos más pesados y nocivos como los hidrocarburos policíclicos aromáticos.