Denominación que fue concedida, desde finales de los años sesenta hasta principios de los setenta, a un tipo particular de prueba de regularidad con características similares a las de los rallies.
En realidad, las pruebas de regularidad sprint, o minirrally, eran auténticos rallies en cuanto a la elección del itinerario, inclusión de pruebas especiales, preparación de los coches y reglamento. Tan sólo la longitud del recorrido (inferior a 400 km) diferenciaba estas pruebas de los rallies.
La regularidad sprint fue creada con la intención de constituir un primer paso en la participación de los jóvenes pilotos en los grandes rallies y, al mismo tiempo, facilitar la posibilidad de disputar pruebas cuyo coste económico no fuese excesivo, en comparación con sus características.