Una de las más famosas fábricas norteamericanas de carrocerías, cuyo nombre fue elegido por sus fundadores. Tom Hibbard y Ray Dietrich, en homenaje a Francia, cuna de la mejor tradición automovilística y carrocera.
La empresa, creada en 1920, tuvo un comienzo insólito. Ambos socios se habían fijado el objetivo de vender diseños de carrocerías fuera de serie a una clientela constituida en su mayor parte por concesionarios de automóviles norteamericanos o de importación. Si el proyecto se aceptaba, el estudio Le Barón realizaba los diseños de ejecución de la carrocería y, sobre pedido, seguía también su construcción en el taller de confianza elegido por el cliente.
En el clima de los «años locos» de la primera posguerra, la idea de ambos diseñadores tuvo mucho éxito, hasta el punto de que carroceros como Demarest, Fleetwood, Locke, Derham y Bridgeport acabaron por comprar sus diseños. Al año de su fundación, entró a formar parte de la empresa Ralph Eoberts, cuyos artículos sobre automovilismo aparecían en todas las revistas de moda. Estos artículos, ilustrados siempre con dibujos de Hibbard y de Dietrich, alcanzaban así a un tipo de posibles clientes que podían permitirse el lujo de un fuera de serie construido en ejemplar único.
En 1923, Tom Hibbard dejó la Le Barón, fundando en París, junto con Howard Darrin, la fábrica de carrocerías Hibbard et Darrin. Al año siguiente, Dietrich y Roberts adquirieron la Bridgeport Body Company, de Brid-geport (Connecticut), convirtiéndose en fabricantes. Las oficinas continuaron en Nueva York, donde disponían también de una sala de exposición, caso único entre los carroceros americanos.
En los Salones de los fuera de serie, que se celebraban cada año en el Hotel Commodore de Nueva York, cada expositor sólo podía presentar 4 coches. La empresa Le Barón, además de exponer en un stand propio, se encontraba presente entre los concesionarios de las marcas extranjeras más famosas, como Dela-ge, Hispano-Suiza, Isotta Fraschini, Mercedes, Minerva y Rolls Royce, y en los stands de 3 ó 4 expositores del país.
Debido al prestigio relacionado con la placa Le Barón, Edsel Ford trató de asegurarse su colaboración en 1922, cuando adquirió la Lincoln. La operación sólo le salió bien en parte y algunos años más tarde. En efecto, en 1925, la Murray Body Co., que, junto con la Briggs Manufacturing Company, suministraba carrocerías a la Ford, consiguió convencer a Ray Dietrich para que formase una nueva sociedad en Detroit, la Dietrich Custom Body Company. Ralph Roberts, que se quedó solo, continuó dirigiendo la Le Barón hasta 1926, fecha en que la Briggs Manufacturing Company compró la empresa y el derecho a usar el nombre Le Barón. La marca continuó aún distinguiendo carrocerías construidas en ejemplar único y automóviles fabricados en pequeñas series para la Lincoln y la Chrysler.
Potenciando la colaboración estilística para los automóviles de gran serie (en 1931 diseñó, entre otras, las carrocerías de Lincoln, Packard, Pierce-Arrow, Ford V8, así como algunos modelos de la Hudson), la Le Barón actuó una vez más con precisión. A causa de la recesión, la demanda de fueras de serie disminuyó hasta tal punto que, en 1932, fue necesario cerrar el Salón de Nueva York. Trabajando estrechamente con las industrias automovilísticas, la Le Barón no sólo no se resintió de la crisis económica, sino que se encontró dueña de un mercado mucho más amplio que el de antes, capaz incluso de influir totalmente en el estilo norteamericano.
A partir de entonces, el nombre de Le Barón apareció cada vez más raramente en automóviles fuera de serie, permaneciendo en los modelos Chrysler más caros, la serie Imperial, que, a partir de 1957, se designó mediante la marca combinada Imperial Le Barón.
No obstante, las mejores realizaciones de esta marca norteamericana pertenecen al pasado y son muy buscadas por los coleccionistas privados y por los museos del automóvil. Por ejemplo, un simple torpedo de 1930 sobre chasis Duesenberg tipo J corto, de doble parabrisas, con una línea que, partiendo del tapón del radiador, corre por encima del capó hasta terminar en la parte baja de la puerta delantera, se vendió en abril de 1974 por 205.000 dólares, cifra que representó el récord absoluto para un automóvil de colección.