Operación mediante la cual se deposita una tenue capa de cinc sobre una pieza metálica, generalmente de acero, que de ese modo queda protegida y no se corroe ni oxida.
Para galvanizar se siguen 3 procedimientos en la gran industria química: el de inmersión, mediante el cual se sumerge la pieza previamente limpia, desengrasada y seca, en un baño de cinc fundido; el electrolítico, gracias al cual la corriente eléctrica continua que atraviesa una solución de sal de cinc deposita este metal sobre la superficie del cátodo, constituido precisamente por la pieza que se ha de galvanizar, y el térmico, que consiste en recubrir la pieza con polvo de cinc muy fino y calentar a continuación, procedimiento denominado también sherardización.
Del mismo modo puede galvanizarse por aspersión mediante un aparato pulverizador de aire comprimido, llamado pistola, que contiene el metal en forma líquida. Modernamente se ha puesto en práctica un nuevo procedimiento para galvanizar piezas pequeñas, denominado ionoplastia o galvanización en seco, basado en el fenómeno observado en los tubos Crookes de formación de un depósito del metal del cátodo en las inmediaciones de éste. Se opera en atmósfera de gas inerte y pueden recubrirse toda clase de piezas, sean metálicas o no; en este último caso el procedimiento ya no se denomina galvanización por ionoplastia, sino metalización.
La ventaja de la galvanización sobre el estañado es que si la película protectora de cinc se rompe y queda hierro al descubierto, la protección de la galvanización se mantiene, ya que en el par Zn-Fe el segundo elemento es menos activo y resulta desplazado por el cinc en la serie electromotriz de los elementos.