Recubrimiento con cobre de piezas metálicas. Aunque también se utilizan las voces galvanoplastia y, con más frecuencia, galvanostegia, para los recubrimientos metálicos, el término «cobreado» da una indicación más directa del elemento de revestimiento. Este se deposita normalmente por acción de una corriente eléctrica, de donde provienen las otras denominaciones.
Las piezas de hierro pueden cobrearse simplemente sumergiéndolas en una disolución de sulfato de cobre, ya que aquel elemento está muy por encima del cobre en la serie electromotriz; sin embargo, el recubrimiento es defectuoso y por ello se recurre a depositar el cobre por vía electrolítica.
El cobreado electrolítico puede realizarse preparando un baño de sulfato de cobre y sumergiendo en él una barra de cobre que actuará como polo positivo o ánodo; como polo negativo o cátodo se introduce la pieza que se desea cobrear. Al pasar la corriente eléctrica continua por el baño, habrá un transporte de cobre del ánado al catado, que en consecuencia quedará recubierto por dicho metal. Generalmente en la industria, el baño suele ser una disolución de cianuro complejo de cobre y un metal alcalino.
El cobreado se lleva a cabo tanto para embellecer y proteger piezas de metales menos nobles, y por ende más propensos a la oxidación, como para niquelar o cromar objetos de hierro o de acero que directamente sobre su propia superficie no admiten el niquelado ni el cromado; el recubrimiento de cobre sirve en este caso de asiento de la definitiva y externa capa de níquel o cromo. La industria automovilística se vale de esta técnica para fabricar infinidad de piezas que a su gran resistencia deben unir su belleza y brillo exterior, como tiradores de las puertas, alza-cristales, montantes y guías, etc.