Nacido el 22 de septiembre de 1855 en Pierrefond (Oise), Adolphe Clément llegó a ser uno de los industriales franceses más importantes a lo largo de una carrera progresiva: origen humilde, oficios secundarios desempeñados valerosamente desde muy joven, y afortunadas intuiciones que le permitieron alcanzar todos los beneficios de un mundo en rápida evolución: del ciclismo, de los neumáticos y del automovilismo. En cierto modo su historia empresarial, además de ligada en el aspecto financiero, fue análoga a la de Alexandre *Darracq.
Apasionado ciclista y corredor con cierto éxito, a los 21 años abrió en Burdeos un taller de reparación de bicicletas. De la reparación a la construcción el paso fue breve, gracias a la circunstancia de que pudo servirse de las famosas piezas británicas, que en aquel momento estaban invadiendo el mundo. Después de un año de trabajo en Lyon, Clément puso en marcha un taller más grande en el n.° 20 de la rué Prunel, de París, y en él tuvo la primera de sus intuiciones de industrial moderno: la de estimular el mercado, estableciendo una escuela de ciclismo. El éxito de la iniciativa y la constante ampliación del taller le creaban dificultades por el progresivo aumento de las deudas, cuando compró en 1908 la concesión para toda Francia de los nuevos neumáticos Dunlop.
Clément estuvo indeciso ante una cláusula del contrato, que le obligaba a comprar un gran paquete de acciones Dunlop. El valor decuplicado de tales acciones, cuya cotización alcanzó rápidamente elevados valores, fue el inicio de un cambio que supuso el comienzo de la solución de los problemas económicos de Clément.
En efecto, en 1891, Adolphe Clément pudo liquidar a varios socios que le condicionaban en la primera Clément & Cié. y destinó una parte de su patrimonio a la que más tarde sería afortunada especulación inmobiliaria: la adquisición de vastos terrenos en Levallois Perret, la futura periferia industrial de París, para construir en ellos un velódromo (1893). Estaba tan entusiasmado con esta iniciativa realizada en colaboración con su amigo Civry y con su futuro yerno y campeón ciclista Fer-nand Charron, que confió a éste la dirección del establecimiento de Prés Saint Gervais justamente en el momento de la renovación, es decir, cuando accedió a la proposición del grupo financiero anglo-francés (la parte francesa estaba constituida por Alexandre Darracq) que mantenía el control de las fábricas de bicicletas Humber y Gladiator, para la formación de un trust aún más grande, en el que la Clément se dejó absorber.
La primera experiencia automovilística que llevó el nombre de Clément pertenece a este período. Entre 1895 y 1897 fueron realizados algunos triciclos con motor monocilín-drico De Dion Bouton. También en enero de 1897, siempre sobre proyecto del ingeniero Michaux, fueron puestas a punto 2 voiturettes con motores bicilíndricos horizontales, que hubieran podido ser ideadas por el propio Michaux. Casi simultáneamente salió un triciclo Clément-Garrard, mientras que la Clément-Gladiator de Prés Saint Gervais dispuso a su vez una serie de voiturettes equipadas c°n motores monocilíndricos Áster refrigerados por aire y con cambio epicicloidal de *marchas. Éstos fueron los primeros ejemplares de una producción difundida en Francia y Gran Bretaña, con las marcas combinadas, o con una de las dos simplemente, según 'as oportunidades locales. Aún antes de que estos filones de interés se hubieran consolidado, Adolphe Clément emplazó sus participaciones en el taller de motores Áster y también en los antiguos talleres Panhard & Levassor, asumiendo la dirección comercial de los mismos, con motivo de una reorganización de la sociedad, obligada por la desaparición de Émile Levassor. Esta empresa, que se dedicó a la construcción de automóviles de gran cilindrada y de la que Clément cedió mas tarde la participación de control, concedió al grupo de Clément los derechos de distribución del Clément-Panhard, un modelo con motor monocilíndrico, muy elegante (pero ya antiguo, cuando salió al mercado) que de Panhard sólo tenía el nombre.
La evolución del automóvil, que en 1900 era ya una realidad, convenció a Clément de 'a renuncia a su velódromo, para realizar st>bre el área de Quai Michelet un nuevo taller automovilístico, asegurándose la colaboración de Marius Barbaroux, uno de los más importantes proyectistas de la época. En el breve período comprendido entre 1901 y 1902, Barbaroux realizó una gama de 3 modelos: uno bicilíndrico y dos de 4 cilindros, todos ellos con válvulas de admisión dirigidas, de las que se puso en marcha la producción a escala industrial. Pertenecen a este período los significativos acuerdos con la fábrica de carrocerías Rotschild, para instalar un departamento integrado en los nuevos establecimientos Clément. El año 1903 fue difícil para Clément, a pesar del éxito constante de su producción: primero perdió a Barbaroux, que fue contratado por la Benz; poco más tarde, sus mismos socios del consorcio Clément-Gladiator-Humber (en el que por otra parte conservaba sólo una participación minoritaria) le prohibieron usar el propio nombre en su producción automovilística independiente. La intimidación tenía sus fundamentos, ya que las nuevas actividades de Clément constituían una evidente competencia con dicho consorcio.
Desde este momento los verdaderos automóviles Clément, aquellos a los que Adolphe Clément dedicaba sus atenciones cotidianas en Quai Michelet, tuvieron que dejar de llevar su nombre y adoptar la marca Bayard, que más tarde pasaría a ser Bayard-Clément y por último Clément-Bayard. Por el contrario, los coches con marca Clément y los Gladiator seguían construyéndose en el establecimiento sito en Prés Saint Gervais, quitando a Clément una parte de su declinante prestigio. Del núcleo originario Clément, surgieron 2 ramas británicas: la Clément-Talbot (*Talbot) y la Clément Motor Co. Ltd.; la primera supo transformarse en una industria autónoma, mientras que la segunda permaneció como entidad comercial. Lo mismo sucedió con la Gladiator, que había abierto una brecha para la fabricación con licencia en Gran Bretaña.
Clément tuvo la misma mala suerte que Bugatti, habiendo sufrido como él la pérdida del primogénito en un accidente, durante la prueba de un coche de carreras. En 1914, cuando se retiró de la dirección de la Clément-Bayard, fue substituido por su hijo Maurice, figura de segundo orden, que siempre había manifestado más interés por la aviación que por el automovilismo. Adolphe Clément murió en 1928, a causa de un ataque cardíaco, mientras conducía su automóvil por el centro de París. En reconocimiento a su actividad había obtenido del Consejo de Estado la autorización para añadir el sufijo Bayard a su propio apellido.