Denominación aplicada a principios de siglo a todo vehículo dotado de propulsión mixta: motor de gasolina y propulsión eléctrica en las ruedas.
Los experimentos comenzaron en 1897 con Dowsing y Morrison, que realizaron cada uno un vehículo experimental. En aquella época aún no se había definido la conveniencia de usar en los automóviles motores de explosión o eléctricos: los dos presentaban ventajas e inconvenientes. En particular el motor eléctrico tenía un par notable a bajos regímenes, un funcionamiento silencioso y un alto rendimiento, pero en cambio necesitaba baterías grandes para garantizar una mínima autonomía.
El motor de explosión, que sólo podía suministrar potencias notables a regímenes de giro elevados, precisaba de un cambio de velocidades y un embrague, y era mucho más particular y ruidoso en su funcionamiento, aunque podía asegurar una autonomía mayor.
En 1900, después de que habían sido realizados notables experimentos sin interrupción por Fischer, Patton, Johnson, Munson y otros, la Pieper habia preparado algunos vehículos equipados con un grupo eléctrico coaxil con el motor, que podía funcionar como dinamo o como motor eléctrico según los casos. El motor de expulsión estaba conectado directamente a las ruedas mediante un embrague electromagnético y un árbol de transmisión normal. Durante la marcha normal el grupo dinamo-tor se hacía funcionar como una dinamo para cargar una serie de baterías.
En la marcha en cuesta o en el arranque se daba, en cambio, corriente al dinamotor, que ayudaba así al motor de explosión en la rotación. Más tarde esta solución técnica fue superada por automóviles experimentales.
La solución más interesante y mecánicamente más eficiente fue la de separar el grupo propulsor de la transmisión y emplear una tracción final eléctrica. El motor de gasolina rodaba a régimen constante con rendimiento muy elevado arrastrando sólo una dinamo que, a través de una batería, impulsaba un motor eléctrico situado sobre el eje trasero. La variación de velocidad se obtenía mediante un mando de reóstato.
Este segundo sistema ha vuelto a aparecer en los años setenta, en un intento de proponer un remedio al problema de la contaminación: el funcionamiento del motor de 4 tiempos con un número de revoluciones fijo permite eliminar con cierta facilidad y economía los humos nocivos. Los automóviles experimentales equipados con este sistema se denominaron de propulsión híbrida. Es conveniente destacar que en todos los automóviles benzoeléctricos era posible poner en marcha el motor de explosión sin recurrir al uso de la manivela.