Los electrodos tienen la misión de provocar la chispa por medio de la tensión que, aplicada en el electrodo central, se descarga sobre el de masa. La forma, la distancia y el material de los electrodos revisten un papel de importancia fundamental en el funcionamiento de la bujía, ya que de ellos depende la tensión necesaria para obtener la chispa.
La forma de los electrodos puede variar de una bujía a otra, pero el tipo más extendido es el de electrodos proyectados, que presenta una mejor exposición de la chispa a la turbulencia de la mezcla. Para automóviles de carreras o preparados suele adoptarse un electrodo de masa interior y perpendicular al electrodo central.
Para motores de prestaciones elevadas, la distancia entre electrodos es de 0,3-0,5 mm, mientras que en los motores normales los fabricantes recomiendan una separación de 0,5-0,65 mm. Dicha distancia no puede variarse a voluntad, ya que un espacio demasiado pequeño conlleva una reducida resistencia del dieléctrico y, por tanto, la chispa salta a tensiones más bajas, adelantando el encendido con el consiguiente funcionamiento irregular a regímenes bajos, formación de residuos (carbonilla) y emisiones más elevadas de hidrocarburos sin quemar. Por el contrario, una distancia excesiva requiere una tensión mayor, determinando un retraso y, por tanto, un funcionamiento irregular del motor a regímenes altos. Una simple operación periódica de calibrado de la distancia, según las normas del constructor, contribuirá tanto a alargar la duración de la bujía como a conseguir un funcionamiento más regular del motor.
La presencia de aditivos en el aceite y en el combustible, así como la de contaminantes y de impurezas como azufre y plomo, junto con las reacciones químicas de oxidación y reducción que se producen en la cámara de explosión, tienden a corroer los electrodos de formas distintas según el metal que los compone. Con electrodos de aleación de níquel, el desgaste medio se cifra en unos 0,25 mm por cada 15.000 km. El volframio, que se revela como el mejor material a bajas temperaturas, se deteriora muy rápidamente tras haber alcanzado una temperatura de 538 °C. El iridio, en cambio, está considerado como el material más estable, aunque es caro y difícil de mecanizar. Para las bujías convencionales se emplean generalmente aleaciones de níquel y, en algunos casos, de platino o de oro-paladio.