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CORROSIÓN - Definición - Significado

Los fenómenos de degradación soportados por los objetos metálicos se definen generalmente, sin establecer distinciones especiales, con los vocablos «corrosión», «oxidación», «cubrirse de herrumbre», etc. En efecto, en relación con el agente que produce la alteración y con la naturaleza del metal que la soporta, a las manifestaciones que se derivan deben darse denominaciones distintas. Así, una gota de ácido que cae sobre una superficie de material férreo da lugar inmediatamente a una serie de fenómenos (desprendimiento de hidrógeno, coloración amarillenta del líquido, etc.), que terminan con la formación de una mancha obscura en la zona en cuestión. En este caso debe hablarse de corrosión química o de ataque químico.

Sucesivamente, también es posible que en torno a la zona manchada aparezcan otras manchas rojizas, típicas de los fenómenos de formación de herrumbre u oxidación. Efectivamente, esta segunda manifestación, debida a la acción del oxígeno y que puede tener lugar por simple contacto del material férreo con oxígeno, sobre todo en presencia de humedad, da lugar a la formación de óxidos de hierro, uno de los cuales (Fe03) típicamente coloreado de rojo pardusco, es conocido con el nombre de herrumbre u orín. Si un experimento de ese tipo se realiza sobre una superficie metálica de un material no férreo, los fenómenos que se producen pueden definirse como fenómenos de corrosión o de oxidación. El automóvil es muy sensible en todas sus partes a los fenómenos de corrosión y de oxidación. Sin embargo, debe advertirse que por lo que concierne al motor, al circuito del lubricante, al circuito y al depósito de carburante, los fenómenos de corrosión son prácticamente inapreciables. Es cierto que durante la larga permanencia en el cárter de una carga de lubricante, cuando el cambio de éste se hace sólo de vez en cuando, pueden originarse fenómenos de corrosión debidos a la introducción en el lubricante de condensaciones acidas, como residuos de combustión, o humedades derivadas del ambiente exterior; también es cierto que en el circuito del carburante pueden acumularse humedad y substancias agresivas, provenientes éstas del ambiente exterior, y ello sobre todo en zonas marinas o durante los transportes marítimos; no obstante, estos fenómenos quedan generalmente minimizados o anulados por el uso de aditivos en los lubricantes y en los mismos carburantes.

Lo que mayormente y con razón preocupa al automovilista y que realmente puede influir en la estética y en la funcionalidad del automóvil, son las alteraciones de la carrocería en sus elementos cromados, en las partes pintadas, en los bajos del coche, en el tubo de escape, etc.

Los automóviles nuevos tienen la carrocería tratada íntegramente con pinturas antioxidantes, sobre las que se aplican varias manos a base de productos nitrocelulósicos. sintéticos o más recientemente acrílicos o poliuretánicos. El pintado constituye una buena protección de la chapa, pero por acción continua de la humedad, la luz y los cambios de temperatura, las pinturas sufren un proceso de envejecimiento y pierden parte de su acción protectora, tendiendo con ello a desprenderse en los puntos más perjudicados o en aquellos en los que la humedad ha quedado retenida mucho tiempo.

Los componentes del smog contribuyen a estas alteraciones, logrando que el metal se halle al descubierto y expuesto al ataque directo. Si no se recurre a remedios idóneos (retoques con imprimación antioxidante) la corrosión prosigue, abarcando zonas cada vez más extensas. La corrosión puede producirse también en partes empotradas, donde es menos detectable, por lo que es posible que prosiga hasta el punto de destruir la chapa y aparecer de improviso en el exterior cuando la parte está dañada irremediablemente.

Estos fenómenos de corrosión-oxidación actúan más rápidamente en climas especiales y también en otros cuando en invierno se extiende sal por las calles para eliminar hielo y nieve.

Para retrasar el proceso de degradación y mantener la carrocería en mejores condiciones estéticas existen numerosas precauciones, algunas de las cuales puede adoptarlas el mismo automovilista.

Por exposición al ambiente las pinturas sufren un proceso de envejecimiento que las vuelve más opacas, aumentando la porosidad de los estratos más externos. Esta mayor porosidad, además de reducir el brillo de la pintura, facilita la impregnación de la humedad y la absorción de los demás agentes corrosivos de la atmósfera, por lo que la alteración procede en cadena. Conviene, pues, limpiar el estrato superficial opaco de la pintura, usando un abrillantador fino, para que vuelva a su primitivo estado compacto y brillante. Usando sucesivamente una buena cera a base de siliconas, se pueden mejorar el brillo y el carácter hidrófugo de la pintura. Existen también ceras abrillantadoras que, con una sola operación, conducen a resultados satisfactorios. Un tratamiento parecido puede aplicarse especialmente a las partes cromadas.

Cuando en climas especialmente inclementes se desea proteger más a fondo, se puede ampliar la gama de protectores recurriendo, por ejemplo, al tratamiento de los bajos con pinturas de base bituminosa, distribuidas con pulverizador o con pincel. Una vez evaporado el disolvente queda una película oleosa plástica, que es resistente a los choques y a las abrasiones, con notable poder antioxidante.

En los ángulos muertos y en los intersticios accesibles entre agua y chapa, o próximos a los cromados, resulta de gran efectividad el uso de grasas marinas (de aspecto mantecoso, conteniendo óxido de cinc y antioxidante) repartidas en estratos delgados o como relleno. Más dudosa es la eficacia de las lacas transparentes secantes, recomendadas con frecuencia para proteger los cromados. Estas películas tienen más acción aislante que efecto antíoxidante verdadero, y precisamente por este motivo la continuidad de la película es la condición esencial para obtener un resultado satisfactorio. Cuando por aplicación defectuosa o por rotura sucesiva de la película se interponen agentes agresivos entre el metal y la misma película, la corrosión avanza rápidamente.

Un aspecto interesante de la protección de la carrocería contra la corrosión es el específico para las partes empotradas y en general de las chapas en su cara interna donde ésta sea accesible. Actualmente, los mismos fabricantes toman en consideración este tipo de tratamiento, rellenando esas partes plásticas esponjosas.

Un ejemplo típico de corrosión en el automóvil es el que afecta a los tubos de escape. Allí donde los gases de combustión se ponen en contacto con las zonas más frías del tubo se forma una condensación acida muy agresiva para las superficies férreas. Durante el estacionamiento del automóvil, si las pendientes de las zonas del tubo no son idóneas para facilitar su descarga, el producto condensado se estanca y ataca rápidamente las superficies.

En la actualidad, algunos fabricantes han adoptado el sistema de construir la última parte del tubo de escape con aleación inoxidable. Esta precaución mejora la situación, pero con frecuencia la corrosión tiene lugar en el silenciador, por lo que dado el costo de la operación de substituir las partes del tubo de escape, es de esperar que se mejore también, en la fase de fabricar el automóvil, el material de los demás elementos de todo el tubo. Por otra parte, no parece que existan otros sistemas de protección suficientemente eficaces.

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